Creer que el universo conspira a tu favor
Es un trecho el que distancia a la actitud optimista y que genera “buena onda” de la que manifiestan los abanderados de ese “positivismo” con toques mágicos que tanta carrera ha hecho. Buena parte de esas perspectivas dan origen a lo que se llama pronoia. Esa palabra se refiere a un estado de conciencia que prácticamente se ha convertido en doctrina. En él se postula que se deben llevar a cabo algunos rituales de autosugestión para poner al universo a “conspirar” a nuestro favor.
La palabra pronoia surge en oposición al trastorno conocido como “paranoia”. En este último aparecen ideas delirantes, cuyo contenido central es la convicción de que el universo se confabula para hacernos daño. Así que cualquier dificultad u obstáculo es interpretado como el efecto de un complot invisible, sin que haya evidencias al respecto. La fuente de esa conspiración universal sería un “poder superior”, que bien puede ser el demonio, los marcianos, etc.
“Quien se confía a fuerzas invisibles, se confía a la nada”.
-Walter Scarpetta-
En la pronoia hay un mecanismo similar, aunque el objeto del complot sea el contrario. En este caso hay “poderes superiores” conspirando para que todo nos salga maravillosamente bien. Y por paradójico que suene, quien asume la pronoia como filosofía de vida también está muy cerca de caer en estados paranoicos. Esto, porque la lógica de ambas condiciones mentales es la misma.
La pronoia y la mentalidad de la nueva era
Hay un debate en torno a si la pronoia debe ser considerada un trastorno mental en sí mismo o si se trata solamente de un síntoma. No hay consenso al respecto. En lo que sí hay un acuerdo es en que se trata de una visión distorsionada de la realidad.
Las corrientes de “mentalidad positiva” comenzaron a cobrar auge durante los años ochenta. Esto sucedió al mismo tiempo que se difundían por todo el mundo las doctrinas de la llamada “nueva era”. Hacia el fin del milenio se extendió la idea de que habría un cambio de era y que este suponía una nueva conciencia “positiva”. Para subir al autobús de esos nuevos tiempos era necesario valerse de objetos y rituales que atrajeran “buenas energías”.
Gran parte de esas ideas provenían de algunas religiones orientales como el hinduismo, pero fueron sacadas de contexto y vertidas a pedazos en el pensamiento occidental, derivándolas a cuestiones y anhelos materiales. Se difundió mucho la existencia de la llamada “ley de atracción”, según la cual para conseguir algo se debe alimentar el deseo profundo de lograrlo, incrementando así la probabilidad de que el deseo se haga realidad. Esa nutrición del deseo se hace, según estas corrientes, a través de rituales de autosugestión.
Así quedaron sentadas las bases para que apareciera y se consolidara ese síntoma conocido como pronoia. Si deseas tener una mansión, dicen ellos, debes visualizarla todos los días en tu mente. Concentrarte mucho en esa imagen e incluso comenzar a amueblarla. Si lo haces correctamente, el universo se confabulará y más temprano que tarde será tuya.
Un negocio altamente rentable
Las ideologías que promueven la pronoia venden esperanza. Esto, en principio, sería hasta loable, si no fuera porque de verdad se configuró todo un mercado alrededor de “la mente positiva”. Lo reprobable es que en muchos casos solo inducen a que las personas se engañen y finalmente pierdan un tiempo valioso. Eso sin contar con los costos de vivir la realidad desde una posición tergiversada y aguantar el peso de las decepciones que se derivan de esta actitud.
Desde el punto de vista ético y psicológico es grave que se induzca a las personas a creer que pueden lograr sus objetivos a costa de “concentrarse” en ellos y “visualizarlos”. Y de ayudarse para ello con cuarzos, prácticas de “atracción de energías” y absurdos por el estilo. Algo que demerita el valor del trabajo, del esfuerzo y de la perseverancia. Mientras,… muchos se llenan el bolsillo.
Toda ideología que te venda paraísos a precio de saldo es, cuanto menos, sospechosa. En el fondo de estas corrientes de pensamiento lo que se promete es un imposible: ausencia de dificultades o de esfuerzo. Es frecuente que quienes estén sumergidos en estas posturas que promueven la pronoia, te digan que hay que evitar los problemas o mantener a distancia con quienes tienen problemas, entendiendo a los problemas como enfermedades contagiosas. Venden humo y hay muchos que lo compran.
El sustento de estas corrientes “positivas” no es otro que una cuidadosa estrategia de mercadeo. Saben que muchas personas en el mundo temen a las dificultades porque no han descubierto que se pueden desarrollar y construir herramientas para afrontarlas. Alimentan la ilusión de estar en un universo en el que basta con “sintonizarse” para que nuestros deseos se hagan realidad. Estafan emocional y económicamente a las personas. Son un lastre.